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Fue hace 50 años
cuando se produjeron los disturbios de Stonewall y se podría decir que fue ese
momento el que se encendió la chispa de la revolución. Desde el 28 de junio de
1869 la lucha por los derechos de la comunidad LGBT+ ha avanzado
notablemente, pero aún queda mucho por conseguir. La normalización del
colectivo en la sociedad pasa por crear una cultura inclusiva. En este sentido,
la literatura, más si hablamos de juvenil, juega un papel muy importante, ya
que forma parte de la creación del imaginario colectivo de la sociedad.
Hasta hace no
tanto, primaban, sobre todo, las novelas en las que la sexualidad o la
identidad de género de un personaje no cishetero es su principal característica
o conflicto, sobre todo, si este personaje es secundario. Además, lo más común
al leer una novela que incluye a un personaje LGBT+ era que este tuviera un
destino trágico (lo que se conoce como "bury your gays") o que su
historia fuera dramática.
Pongamos dos
ejemplos conocidos en los que se observa esta evolución. Por un lado, en Las
ventajas de ser un marginado (1999) conocemos a Patrick, un joven
homosexual que, a lo largo de la historia, se enfrenta a una relación que no
llega a buen puerto y a diversos ataques homófobos. En contraposición se
encuentra Con amor Simon (2015), que refleja la salida del armario
de un chico gay a la par que cuenta una bonita (y feliz) historia
de amor. Ambos libros, por cierto, muy recomendados.
Otro tópico
bastante recurrente es del “gran plot twist”, como yo lo he bautizado:
ese momento en el que se revela que el personaje en cuestión es homosexual o
bisexual, generalmente. A pesar de que aún hace poco me han hablado de una
historia que caía en este cliché, cada vez es más común que el
hecho de pertenecer al colectivo se trate como algo normal y no como algo sorprendente.
Cada vez más,
podemos encontrar en librerías historias con personajes homosexuales,
bisexuales, transexuales, etc. Pero aún el número no es comparable si hablamos
de libros con personajes cisheterosexuales. Por otro lado, dentro del colectivo
LGBT+, la letra más representada es, sin lugar a dudas, la "G",
aunque en algunas ocasiones de manera estereotipada.
Muchas de las
obras con representación LGBT+ solamente incluyen a chicos gays, olvidando la
bisexualidad, la homosexualidad en mujeres, la transexualidad, la asexualidad o
el arromanticismo. Es importante reivindicar la presencia del colectivo en su totalidad, por eso obras con una amplia son importantes. Algunos ejemplos son Antiheroes o cualquiera de los últimos libros de Andrea Tomé (Entre dos universos, Desayuno en Júpiter o El valle oscuro).
Debo decir que
la literatura, en cuanto a representación LGBT+ se refiere, ha andado un camino
más largo que la industria audiovisual, más si hablamos de las grandes
productoras. Un claro ejemplo es que hasta la llegada de la segunda
temporada de SKAM España ninguna serie española había estado protagonizada por
una chica bisexual. Otro ejemplo es la adaptación cinematográfica de Con
amor, Simon, que, el año pasado, se convirtió en la primera película
producida por un estudio grande protagonizada por un chico gay.